Sucedio, no hace mucho, que presencie una situacion un tanto particular: una madre parecia haber extraviado a su hijo en el supermercado (digo esto porque noté que andaba buscando algo desesperadamente y no era precisamente la gondola de congelados). El asunto es que cuando lo vio aparecer de entre la pila de latas que estaban de oferta ese dia, supondria uno que la señora sentiria una alivio solo comparable al momento posterior a un dolor de muelas. No fue asi sino hasta luego de haber pegado un zopapon en la cabeza al niño que tal vez le hizo recordar a ella, sonido seco de por medio, que ahi dentro hay algo que se puede romper. Los que estabamos cerca nos miramos como no ententiendo si era bueno o malo que haya encontrado al pobre infante. Él seguramente comprendia que habia hecho algo no muy correcto porque ni bien vio a su madre puso una cara de terror que me hace suponer que incontadas y anteriores veces habia recibido tan distinguida recompensa. Lo curioso de esto es que mas de uno de los presentes sintio no pocas ganas de hacer lo mismo con la madre. Si es que este es un recurso necesario para que el niño no se vuelva a perder nos vemos tentados a creer que serviria tambien para que ella no lo vuelva a descuidar.
Si bien esta es una situacion un tanto extrema, seguidamenete se ve como con poco menos lo violento es lo primero que aflora ante una situacion que nos hace perder la claridad.
Quizas haya que seguir contando hasta 10...
lunes, 12 de octubre de 2009
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